Día 126. De taxistas I
Con ésta inauguro una nueva sección en este mundo virtual, las historias de aquellos quienes siempre tienen algo qué contar y opinar: los taxistas.
En esto del famoso pacto lector-escritor (en referencia a quien escribe cualquier cosa para otros y no el sentido, algunas veces pedante, de quien se dedica a ello) advierto que no es costumbre de este espacio censurar las palabras de nadie, por lo que si es usted una "damita" y le resulta ofensivo el lenguaje ruego entienda que no es más que un mero intento de retratar la realidad.
Noche-buena
"Tanto esperar la Navidad todo el año para tener que pasársela trabajando... es que ayer trabajé toda la noche", se quejaba el taxista que me llevaba a mi trabajo ayer, todavía de madrugada, a falta de transporte público.
Es de esas ocasiones en que no esperas tener charlas tan profundas recién levantado de la cama.
Comenzaba a preparar y sacar del archivo mental mi discurso número 15 sobre la crisis económica que aún no se vive del todo aquí (esa que hace que en los mercados sobre ruedas, mejor conocidos como "la plaza", haya comerciantes optimistas que anuncien sus ofertas como: "Cuál pinche crisis? 2x10 pesitos el kilo"), cuando el chofer, de unos 40 años, volvió a sorprenderme: "es que tengo dos viejas"...
Ante mi silencio, aquel hombre –a quien bautizaré como Filemón–, que se había persignado en cuanto me subí, me tomó desde un principio como terapeuta y sacó a relucir toda su historia, sin tener tiempo para preguntar nada:
"Es que fíjate, hace como tres años que mi mujer y yo ya traemos broncas. El año pasado yo me quedé esperándola en Navidad toda la noche y nunca llegó. Así que ahora me tocó a mí.
"Me llamó mi otra vieja y me dijo que no tenía con quién estar el 24 y yo le dije que me la iba a pasear chambeando. Y aquí estuvo conmigo todo el día. Me acompañó a todos los viajes que hice, sin pedos".
Y es que también, aseguraba Filemón con la voz de todo buen taxista experimentado educando a la sociedad, "hasta para echar un 'palito' hay que tener ganas, tiempo y dinero".
Yo no lograba hilar frases, sólo monosílabos, pues a pesar de no estar de acuerdo con muchas cosas que decía, no dejaba de ser su historia y nunca se sabe cómo reaccionará un extraño cuando opines sobre su vida (!).
El viaje no duró mucho pues en las calles no había más de dos autos a la redonda, pero al recordar aquello es impresionante cuántas cosas pueden decirse en tan poco tiempo.
Filemón contó que a "su segundo frente" la conoció justo en el taxi:
"Luego se te ponen aquí al tiro las viejas y te las dan por un 'rai'. A esta chava la conocí en una de esas noches.
"Que se sube y que me agarra la mano y la pone en su chichi. Y que se la empiezo a sobar. Y que se 'baja'... y que se empieza a dar de sentones. Y así me la llevé hasta el Ajusco.
"Y de allí que le saco el teléfono y pues empezamos a salir. Y anoche así nos la pasamos aquí, ¿para qué gastar?".
Filemón, orgulloso de su hazaña y con ánimo de dejar claro su poder como semental, continuó con la historia de otra chava que también lo abordó...
Pero el viaje y la narración hubieron de ser cortados súbitamente cuando caí en cuenta del excesivo cobro de una tarifa que suele ser menor en la misma distancia.
Me salió cara la historia.