Día 85...
Hace un mes no había cambio, todo era cotidianidad y la costumbre de esos malditos demonios que se esconden y vuelven a salir cuando menos se les requiere.
De pronto, dos de tus mejores amigos se casan una semana tras otra. Como si hubiera sido planeado entre ellos.
Pareciera que todo va bien, pero no es fácil acostumbrarse o sentirse bien con tener que ceder tu boleto extra para algún familiar del novio (u otro amigo incluso) por no tener "pareja oficial".
Se siente raro además cuando lo que ganas en una quincena (tu primera quincena formal) se tiene que ir todo en rentar un smoking, comprar unos zapatitos decentes por aquello de la "etiqueta rigurosa" --pues los Converse viejos, deslavados y con hoyos nomás no pueden ayudar-- y en los regalos... Pero no duele, porque son ellos quienes te han acompañado mejor en este viaje, en esta vida y quizá en otras más. No duele, porque los conoces y sabes que ahora es su momento y son ellas las indicadas. Admiras incluso su valentía y crees nuevamente en el amor.
Luego, el trabajo, la papa, la chamba o en el mejor de los casos, lo que haces con gusto para sobrevivir. Repentinamente, eso que piensas hacer para toda tu vida llega con una llamada de quien menos te imaginas. Y entonces haces planes, te ocupas en lo que has ido dejando, aunque sólo tengas seguros dos meses de sueldo por trabajar en proyectos y ser "profesionista independiente", como te haces llamar cuando te preguntan por tu ocupación para que no suene tan feo. Las herencias de las malas políticas en tu país.
Y así vas por la vida... lleno de deseos, sin saber algunas veces a ciencia cierta lo que pasará. Pues sí, tú decides, pero no siempre.