Día 67. Cambiando el destino
Cuando era niño me enseñaron que en mi camino siempre enfrentaría obstáculos y que debía aprender a sortearlos de la mejor manera; que cuando uno cae siempre debe levantarse con fuerzas para seguir adelante; que "una piedra en el camino" enseña nuestro destino y no debemos tropezar con la misma piedra dos veces, incluso Leonardo de Fobia dice que si tropezamos no nos dolerá pues no somos cuerpos, mentes nada más.
El punto es que siempre supe que una caída tendría repercusiones pues ayudaba a cambiar el destino. Aunque no creí que alguna vez lo tomaría tan literal y forzaría a cambiar la lectura de mi futuro...
La anécdota es graciosa verdaderamente pero sucede que es como contar chistes locales, a los demás no les causa gracia porque no estuvieron allí para ver que uno puede caer de maneras estúpidas verdaderamente pero muy hilarantes: corría y corría con mis super Converse faltos de tracción en terrenos cubiertos por piedras (léase Calzada de los Muertos en Teotihuacan) y caí cual festejo de gol, rodillas al piso, con manos incluidas, y dejando tras de mí una estela de polvo y un camino bien trazado en el suelo, dejando claro que allí estuve yo, sí señor.
La anécdota es graciosa verdaderamente pero sucede que es como contar chistes locales, a los demás no les causa gracia porque no estuvieron allí para ver que uno puede caer de maneras estúpidas verdaderamente pero muy hilarantes: corría y corría con mis super Converse faltos de tracción en terrenos cubiertos por piedras (léase Calzada de los Muertos en Teotihuacan) y caí cual festejo de gol, rodillas al piso, con manos incluidas, y dejando tras de mí una estela de polvo y un camino bien trazado en el suelo, dejando claro que allí estuve yo, sí señor.
Lo mejor vendría más tarde, en la enfermería del lugar. Donde conocí a una agradable enfermera, oriunda del pueblo cercano, quien, mientras contaba historias de gente que había rodado por las pirámides y se había deshecho el cráneo, limpiaba amorosamente mi herida con agua oxigenada, arrancando pellejitos estorbosos y tallándola, haciendo de la sangre una fuente de placer... ah, su delicadeza era admirable, tanto que hubo un momento en que no supe de mí y desperté sin fuerzas. Vi que muy amablemente me levantaban de los brazos que colgaban y me daban de beber una Coca Cola. ¡Qué bella sensación!, despertar y beber "la chispa de la vida"...
Ya después la buena mujer nos ofreció recuerdos del lugar, quesque porque ayudaba a una viejita a vender sus artesanías. Eran cuarzos, pa' la buena suerte. ¿Quién necesita buena suerte?
Ahora heme aquí con las líneas de la vida en la mano mutando. Reflejo de mi vida en estas últimas fechas: una verdadera etapa de recogimiento (y no precisamente en ese doble sentido de la palabra, por desgracia), de mirar para mis adentros y lidiar con esos demonios que rara vez queremos liberar por miedo o por negación de que existen.
Las caídas venían incluidas pero por fortuna, sólo son para frenarse, reír y tomar vuelo...
Las caídas venían incluidas pero por fortuna, sólo son para frenarse, reír y tomar vuelo...