domingo, noviembre 25, 2007

No lo recuerdo porque ciertamente era muy pequeño, pero estoy seguro que las primeras palabras en inglés fueron Synchronicity, Police, Tea in the Sahara, Walking on the moon y que las primeras palabras que balbuceaba indudablemente eran con ánimo de imitar De do do do, de da da da. Porque The Police era religión en casa, junto con numerosas bandas ochenteras con las cuales crecí de la mano de su música.
Por fortuna han sido varios conciertos junto a mi hermano, pero sólo tres han logrado que muestre su emoción -- que es raro en él pues generalmente suele ir por la vida como aquel personaje de caricatura: Droopy Dog--: Rush, The Cure y The Police.
Fuera de lo emotivo de escuchar a esas bandas por primera vez en vivo (quienes realmente demuestran que son músicos, como ayer que estaba muy bien ecualizado el sonido). No habrá nunca nada que pague disfrutar a un lado de tu hermano y estar a punto de soltar las lágrimas porque ves que aquello que cantaba cuando eras pequeño lo hace ahora frente a sus adorados y favoritos.
Nunca nada pagará corear junto con él, canciones que ni siquiera imaginaba que me sabía completas mientras mostraba un rostro que envidiaría cualquier actor por ser difícil de lograr naturalmente: era como un niño frente a su superhéroe favorito.

jueves, noviembre 22, 2007

Resulta que uno va por ahí creyendo que es feliz y de pronto cae en cuenta que sólo ha vivido así dentro de sus fantasías. Inventas una historia y crees en ella con tal fervor que se convierte en tu propia "vida" y te desarrollas por inercia únicamente... Pensar hace daño.

sábado, noviembre 10, 2007

Es necesario perderse en algunas ocasiones para conocer el lugar que pisas.

sábado, noviembre 03, 2007

Tal vez la vigilia aumenta la sensibilidad, la emocionalidad. Acaso lo hace el contacto físico, compartir la intimidad y recordar los labios ajenos.

Luego de más de 24 horas sin dormir, de romper reglas, de probarme a mí mismo tantas cosas, no he podido contener el sentimiento que provocó aquel niño que lloraba desconsolado por la impotencia de ver perder a su equipo. Y es que él, cuando juega, muere siempre allí dentro y sólo es posible sacarlo en camilla, enojado por no poder seguir buscando las yardas que su equipo necesita.
Pero hoy, sigue siendo sólo un niño en la tribuna y no puede hacer más que gritar a sus ídolos u organizar la porra como el niño de al lado, también de su equipo, que ante la mirada atónita de todos cuando le grita al árbitro o al jugador del equipo contrario: "¡Hijo de puta!", obliga a sonreír y contestar enseguida a coro: "¡Putísima!".
Un compañero de tribuna, mayor, cuyo viejo jersey encima hace pensar que seguramente jugó también a la misma edad de quien hoy llora, lo observa y se solidariza con él. Y con la misma impotencia y la misma rabia, lanza un grito de enojo cuando los nuestros regresan a vestidores con la cara baja: Un puma no debe agachar la cabeza nunca, campeón--le dice.
Más tarde, fuera de allí, la larga fila de autos con las cajuelas abiertas para sacar los víveres que una televisora recolecta para enviar a Tabasco...
Después, la amiga que resbala al mostrarse ante Terpsícore y la angustia de hacerlo en una competencia.
Muchos días en uno solo, pero se está tranquilo cuando logras sentir que perteneces todavía a un mundo que en ocasiones puede mostrar que se preocupa por alguién más.
Justo lo necesario para, por fin, ir a dormir por hoy en paz...